Participantes del Laboratorio Urbano caminan por la comunidad de Pilar, en Recife. © Adriana Preta / WRI Brasil
Más del 80% de la población de Latinoamérica vive en ciudades, lo que la convierte en una de las zonas más urbanizadas del mundo. El proyecto Coaliciones Urbanas Transformadoras pretender entender mejor los retos y desafíos que enfrenta esta zona y qué alternativas existen.
Las ciudades están llenas de contradicciones: pueden ser bellas, complejas, desiguales, vibrantes, inseguras, verdes y contaminadas al mismo tiempo. Mientras estos aspectos contradictorios coexisten, las personas también experimentan la ciudad de forma diferente, percibiendo tanto su potencial como sus problemas de acuerdo con factores sociales, como clase, género y raza, además de con sus creencias y valores.
Más del 80% de la población de Latinoamérica vive en ciudades, lo que la convierte en una de las regiones más urbanizadas del mundo y conlleva desafíos e injusticias, como la escasez de viviendas accesibles, la mala gestión de los residuos, la contaminación del aire y del agua, la desigualdad y la inseguridad. Frente a estos retos, el cambio climático puede parecer poco prioritario. Sin embargo, los desastres asociados a los cambios meteorológicos han exacerbado varios problemas en nuestras ciudades.
Para comprender dichos retos de mejor manera —como parte del proyecto Coaliciones Urbanas Transformadoras (TUC, por sus siglas en inglés), coordinado por la Universidad de las Naciones Unidas y el World Resources Institute— se han publicado los perfiles de cinco ciudades de Argentina (Buenos Aires), Brasil (Teresina y Recife) y México (León y Naucalpan). Metrópolis con contextos y culturas diferentes, pero con una población activa que tiene el mismo sueño: una ciudad más justa y sostenible.
Al analizar dichas ubres, a través de las lentes de la economía política y la ecología política, podemos decir que los desafíos que enfrentan están interconectados y afectan de forma desproporcionada a ciertos grupos sociales. No es raro que las comunidades desfavorecidas, mayoritariamente negras o indígenas, se enfrenten a la falta de oportunidades económicas, a las deficiencias de la infraestructura urbana y a los largos trayectos para acceder a servicios. La buena noticia es que, si logramos comprender estas conexiones, podremos liberar el poder de las ciudades para ofrecer soluciones integradas que aborden —al mismo tiempo— el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la crisis energética, los problemas sanitarios y las desigualdades.
Todo esto puede sonar lejano para la mayoría de la gente. Pero Flávia Maia, activista del clima y descendiente de emigrantes climáticos de Brasil, advierte: “Para las comunidades de primera línea, incluidas las de Teresina, el cambio climático no es un fenómeno abstracto, les está afectando ahora y la injusticia climática es evidente”.
Expertos como la investigadora mexicana Marisol Romero afirman que las estrategias eficaces para generar una mejor comprensión deben resonar a nivel personal: “Es imprescindible la construcción de visiones en común mediante lenguajes que apelen no solo al conocimiento técnico, sino también a las diversas experiencias de pensar, vivir y transitar la ciudad”.
Nuevos imaginarios que replanteen el desarrollo urbano
El proyecto TUC utiliza la ciencia y el arte para crear lenguajes, metodologías y herramientas que permitan desbloquear y potenciar la capacidad creativa de las ciudades y sus habitantes para lograr transformaciones hacia la sostenibilidad. Se necesitan nuevos imaginarios, en Latinoamérica y en todo el mundo, en los que se replantee el desarrollo. Necesitamos cambiar colectivamente nuestros modelos mentales sobre lo que implica el crecimiento urbano, alejándonos de los ideales de eterno crecimiento económico o las mentalidades tecnocráticas para incorporar la prosperidad y el bienestar como componentes clave de la acción climática.
“La acción climática puede ser”, afirma Romero, “un detonante para abordar problemas urbanos urgentes que trasciendan la polarización social y respondan a las demandas comunes como el acceso a los servicios básicos, una movilidad eficiente y el derecho a un ambiente sano”.
Esto podría facilitarse mediante la incorporación de los objetivos climáticos en los planes y proyectos de mejoramiento urbano y la conversión de proyectos de mitigación y adaptación al clima en iniciativas de desarrollo local. Sin embargo, la investigación de TUC sugiere que la integración de la agenda climática en las ciudades latinoamericanas se ve obstaculizada por varios factores. Entre ellos, las lagunas en los datos, conocimientos y capacidades municipales en relación con el cambio climático, las administraciones municipales a corto plazo, las agendas políticas fragmentadas y la financiación insuficiente.
¿Dónde centrar la atención?
En algunas ciudades, por ejemplo en Naucalpan (México) y Teresina (Brasil), la gobernanza climática urbana aún está emergiendo, lo que representa una oportunidad clave para promover la coordinación entre los diferentes organismos y escalas gubernamentales; aumentar el conocimiento técnico en el gobierno municipal y la concienciación a nivel comunitario; fomentar la generación y difusión de datos climáticos; fortalecer la participación ciudadana especialmente de los grupos vulnerables; y apalancar fondos públicos y privados en conformidad con la acción climática.
En ciudades con una gobernanza climática urbana más consolidada, como Buenos Aires (Argentina), León (México) y Recife (Brasil), la atención debe centrarse en vincular la planificación estratégica y la implementación a escala de barrio. Trayectorias de desarrollo socialmente más justas y sostenibles pueden ser activadas a través del fortalecimiento de capacidades para responder a la emergencia climática; amplificando las iniciativas climáticas transformadoras impulsadas por las comunidades locales; y la reestructuración de flujos financieros.
Latinoamérica cuenta con un rico bagaje de movimientos sociales y organizaciones locales que luchan contra el cambio climático al mismo tiempo que abordan cuestiones de desigualdad. Reconocer las contribuciones de prácticas existentes y emergentes y abrazar la capacidad de otros actores ajenos al gobierno genera oportunidades para, de manera conjunta, pensar, construir y gestionar las ciudades de forma más sostenible, resiliente y justa.
Este artículo fue publicado originalmente en El País.